Marco Asensio derribó la puerta del Real Madrid a cañonazos: los que salían de su bota izquierda con la mirilla puesta en la escuadra contraria. A algunos futbolistas jóvenes les cuesta hacerse un hueco y se van labrando camino poco a poco, pero no fue el caso del balear, que llegó al Bernabéu con una llamativa fijación por los golazos, como si no le valiera otra cosa. Siete años después, Asensio ha anunciado que no renovará su contrato con el club blanco y deja tras de sí la sensación de que no cumplió todo lo que apuntaba, pero también una envidiable colección de goles y momentos que pocos tienen en su haber.
Fue el Real Madrid quien ganó la carrera por hacerse con ese chaval que despuntaba con el Mallorca en segunda, del que decían era una de las grandes promesas del fútbol español. Tras un año de cesión en el Espanyol donde que se hizo jugador de primera división, llegó al Madrid en la que probablemente fuera la mejor plantilla que recuerdo del club, aquella en la que Zidane disponía de una segunda unidad con jugadores como Morata, James, Kovacic o Isco. Pero la competencia no fue obstáculo para Asensio a la hora de hacerse notar y no tardó en mostrar sus condiciones: en la Supercopa de Europa ante el Sevilla inauguró el marcador con un misil a la escuadra hispalense, lo que terminaría convirtiéndose en su tarjeta de visita habitual. Llevaba entonces el 28 a la espalda, lo que daba cuenta de su condición en la plantilla.
James se marchó al año siguiente, pues el colombiano no estaba para segundas unidades. El Madrid no fichó a nadie para sustituirlo, ya que el paso lógico era que Asensio asumiese más protagonismo en la plantilla. Y comenzó el año como el anterior: marcando goles de museo en citas señaladas. Esta vez ante el Barcelona en la Supercopa de España, dejando clara su predilección por el verano y las finales. Y Asensio fue acumulando minutos y experiencia a la vez que dejaba grandes momentos como ante el Bayern en Liga de Campeones, pero no acababa de dar ese paso adelante en la jerarquía del equipo. Ello, unido a aquellas declaraciones en las que aseguraba que él no tenía por qué tirar del carro tras la debacle con Lopetegui, le convirtieron en sospechoso ante la hinchada.
Lesión y resurrección goleadora
Llegó entonces en 2019 el fatídico día en el que se rompió el ligamento, esa tan temida lesión a la que algunos se sobreponen, otros no y otros sí pero con reservas. Soy de la opinión de que, aunque una lesión así es nefasta en la progresión de un futbolista, Asensio regresó con buen rendimiento respecto al que tenía antes, y no sólo eso: sumó más números a sus estadísticas, una mayor capacidad anotadora sin perder esa habilidad para los golazos.
En el debe: su tendencia a desaparecer en algunos partidos, lo que le condenó a la suplencia mientras jugadores como Vinicius y Rodrygo volaban hacia la titularidad, incluso Valverde en una posición que no era la suya, extremo derecho, y que parecía la adecuada para Asensio. Tampoco esto lo sabemos a ciencia cierta: quizá se habría adaptado mejor a la mediapunta o como segundo punta, posiciones que no existen en el 4-3-3 habitual y en el que solía jugar en banda cuando no es un futbolista con gran regate ni velocidad, más allá de su zancada, pero que le permitía buscar huecos para lanzar misiles.
Acostumbrado aunque no resignado a ese rol, el mallorquín ha sido en las últimas campañas un buen recurso para agitar o desatascar partidos, no en vano acabó convirtiéndose en el jugador con más goles en la historia de la Liga de Campeones saliendo desde el banquillo por delante de Benzema, Müller, Solskjaer (un paradigma de revulsivo) o Trezeguet. No va a ser fácil para el Madrid encontrar un futbolista que cumpla tan bien ese rol, pero es comprensible que Asensio busque más oportunidades de saltar al verde desde el pitido inicial y no con el tablero del cuarto árbitro. Se va habiendo dejado su granito de arena y su zurda en una de las mejores épocas de la historia del club.