La tarea de un entrenador es, o debería ser, sacar el máximo rendimiento a lo que tiene y saber utilizar de la mejor forma las piezas a su disposición. El técnico de club tiene la limitación de una plantilla a la que procura mejorar en las ventanas de fichajes, pero un seleccionador puede elegir entre lo mejor de un país. No todas las generaciones de futbolistas son iguales: España ha vivido años de esplendor, los mejores de su historia, apoyándose en varios centrocampistas con los que era imposible no jugar de forma que se sacase provecho a los Xavi, Iniesta, Xabi Alonso, Silva, Cesc o Busquets. Pero no siempre fue así: en los noventa no abundaban los mediocentros, Guardiola tendía a lesionarse y Clemente blindaba el centro del campo con futbolistas que también jugaban en la defensa como Nadal y Fernando Hierro, este con buena llegada al área rival.
Había buenos defensas en aquella época y también jugadores de banda, que fueron precisamente los damnificados cuando el centrocampismo se apoderó de la alineación titular de la selección española. Goikoetxea y Sergi, cuando jugaba más adelantado a su posición habitual en el lateral, fueron fijos para el de Barakaldo en el mundial de Estados Unidos. De cara a la Eurocopa del 96 en Inglaterra fichó a Amavisca y Manjarín, y en el mundial de Francia 98 se incorporó un joven Joseba Etxeberria. Para Camacho, sucesor de Clemente, las bandas continuaban siendo innegociables: Mendieta y Fran, aunque tenían características de interior más que de extremo, se unieron a Etxeberria en la Eurocopa del año 2000, en la que Munitis se fue abriendo hueco, este sí con la velocidad y el regate como características destacables.
Las nuevas estrellas: Joaquín y Vicente
Para el mundial de 2002 en Corea y Japón llegó un joven talento que agitaba la banda derecha del Benito Villamarín y por el que se interesaban los grandes de Europa: Joaquín Sánchez, que a sus 21 años se presentó al mundo. No llegó a tierras asiáticas, pero sí dos años después a la Eurocopa de Portugal, otro diablo que habitaba la banda opuesta como era el valencianista Vicente, ya con Iñaki Sáez en el banquillo.
Con Joaquín y Vicente en las bandas, el fútbol español se las prometía felices para la próxima década con dos extremos que eran pura habilidad, pero las cosas serían distintas: ya en el mundial de 2006 disputado en Alemania, con Luis Aragonés al frente, se habían incorporado jóvenes centrocampistas como Cesc e Iniesta que destacaban en clubes grandes como eran Arsenal y Barcelona, que habían disputado la final de la Liga de Campeones. Se unirían así a Xavi y Xabi Alonso, ya presentes en la Eurocopa dos años antes. Por su parte, Vicente tuvo muchos problemas con las lesiones y no estuvo en Alemania, mientras que la carrera de Joaquín, que continuaba en el Betis y ficharía por el Valencia ese año, no despegó como se preveía.
Llegó la Eurocopa de 2008 con muchas dudas alrededor de la selección, y Luis Aragonés, un técnico que en clubes había hecho del contragolpe su máxima, se entregó al toque de sus centrocampistas como no podía ser de otra manera, y el resultado fue el título con un fútbol brillante. Con Senna como anclaje, acumuló virtuosismo en el medio con Xavi, Iniesta, Silva o Cesc más un delantero, Villa o Torres.
Del Bosque, sucesor del Sabio de Hortaleza, no pudo más que seguir su estela aunque con su propio toque personal, al incorporar a un Busquets que comenzaba a destacar en el Barcelona y ubicarlo junto a Xabi Alonso en el medio mientras los Xavi, Iniesta, Cesc y Silva se alternaban las zonas más creativas. Había jugadores de banda como Jesús Navas, pero eran más un recurso cuando tocaba abrir defensas, como fue el caso del sevillano en la final ante Países Bajos. En años sucesivos pasaron por la selección jugadores de banda como Nolito, Lucas Vázquez, Vitolo o, más recientemente, Adama Traoré, pero la razón de ser de la selección seguía siendo un centro del campo que quería tener el balón, tarea a la que se fueron uniendo los Thiago, Isco o Koke sin el éxito de los anteriores.
Vuelven las bandas a la selección
No han dejado de salir buenos centrocampistas en España: ahí están los Rodri, Pedri o Fabián, pero repetir el éxito de aquella generación es complicado, y si a la vez salen futbolistas de banda que revuelven partidos, la idea es aprovecharlos y es lo que está haciendo Luis de la Fuente en esta Eurocopa de Alemania: el regate, el vértigo y el uno contra uno han regresado a la Roja en las botas de Nico Williams y Lamine Yamal, que con sólo 16 años está sorprendiendo a todo el continente. Si fue el barcelonista quien destacó en el partido inaugural ante Croacia, ha sido el del Athletic quien ha hecho un roto a Italia desde la banda izquierda en el segundo encuentro de esta fase de grupos.
España ha desplegado las alas con dos extremos veloces sin perder el toque en el medio y la voluntad de tener el balón, pero a ello suma el recurso del desequilibrio. Se trata de aprovechar las piezas, y en lo que va de Eurocopa, a la selección le está saliendo perfectamente.