Cuántos jugadores hay con una fama desmesurada y que hacen carrera aquí y allá sin demasiados argumentos futbolísticos. Ya sabéis, según qué agentes logran maravillas con sus clientes. Le venderían hielo a un esquimal. El efecto contrario, ese jugador que está por debajo de su trayectoria y que quizá merezca mayor fortuna, no suele ser muy común. El factor del azar o la suerte no debemos dejarlo a un lado. El trabajo, esfuerzo y sacrificio pesan por encima de todo, pero muchas veces no poseen la fuerza suficiente para derribar la puerta y tirarla abajo. Wissam Ben Yedder es de esa clase de jugadores. Su trayectoria y el trato recibido están muy por debajo de la calidad que atesora. Ahora, cercano a la treintena, parece que su reconocimiento por fin está llegando al punto que tanto se había ganado.
Este pasado verano el Sevilla vendió al francés al Mónaco a cambio de unos 40 millones de euros. Teniendo en cuenta esta salida, el club andaluz acudió al mercado en busca y captura de dos nueves contrastados y con experiencia: Chicharito y Luuk de Jong. Ahora es cuando afirmamos lo que todo el mundo está pensando: la apuesta al Sevilla le ha salido mal. Y sí, efectivamente, el resultado ha sido malo. Habrá quien crea ventajista esta afirmación, pero tampoco hacía falta realizar un análisis muy complejo allá por el mes de agosto para saber que, como mínimo, la jugada era arriesgada y con una alta probabilidad de fallo. Monchi decía hace unos meses que la operación de Ben Yedder respondía a asuntos económicos, debían ajustar cuentas y de ahí su pase al Mónaco. Cosas del fútbol.
Ben Yedder se merecía, por fin, ser cabeza de cartel, sentirse el auténtico jefe de la barraca. Mónaco ya no es lo que era, pasó de codearse con los mejores clubes de Europa a sobrevivir en una Ligue 1 en la que hace no tanto se había acostumbrado a reinar. Estos equipos no se saben desenvolver en el barro, están hechos de otra pasta. Lo normal es que el pequeño delantero se hubiera movido a un club de mayor rango o con unas aspiraciones más altas, pero las cosas son así. Si decíamos que al Sevilla no le había salido bien su apuesta al cambiar cromos el pasado verano, de Ben Yedder debemos decir lo contrario. Sus cifras en Francia son una locura. A nivel europeo pocos delanteros se mueven en el área como él, es un verdadero sicario del gol. No pestañea: dispara. Ahí es un futbolista letal. Siendo el gol lo que más se paga en el mundo del fútbol, no sé cuál sería su precio real por mucho que Transfermarkt diga una cosa.
La impresión que siempre he tenido con el pequeño delantero francés es que es mucho mejor de lo que puedan decir unas cifras o un ajuste de cuentas, su fútbol está por encima de todo eso. Es el más listo de la clase y eso no se puede reflejar en una calculadora. Claro, después están los goles que anota y eso sí es fácil de contabilizar. Ahí también se defiende de todo y todos. Ben Yedder vive en la incomprensión continúa, en la sensación de sentirse el mejor y que su trayectoria esté marchando por un lado que quizá no le corresponda. Mientras tanto ahí sigue, perforando la red rival y a la espera de un reconocimiento que no termina de hacer justicia a la calidad que atesora.