Hacia el sudoeste el sol se funde en el turquesa de las aguas del Caribe. Cae la noche sobre Aruba y miles de turistas dejan las paradisíacas playas en busca de otro tipo de diversiones. Unos regresan a las cubiertas de los cruceros, otros llenan restaurantes y casinos. Todo es bullicio y alegría en la costa de Oranjestad.
Pero no solamente allí hay movimiento y caras felices. A unas cuadras, el Estadio Guillermo Próspero Trinidad está encendiendo sus luces para una nueva jornada de fútbol local. Los hinchas del Estrella y del Dakota empiezan a darle color a las tribunas, compartidas pacíficamente con los simpatizantes del Caravel y del Britannia, los rivales en segundo turno.
¿Por qué hay fútbol un martes por la noche? ¿Es tan barata la electricidad como para mantener los reflectores encendidos durante cuatro horas? No, en absoluto. Lo que ocurre es que la hora del balón recién comienza cuando termina la jornada laboral, ya que ninguno de los jugadores arubanos vive del fútbol.
Como Kenrick Brandshaw, delantero del Estrella, que de lunes a viernes atiende una de las ventanillas del registro civil de la isla. O como Gerald Zimerman, el lateral derecho que se pone la camiseta del Britannia luego de estar al volante de los camiones de carga que distribuyen mercaderías. Una rutina similar a la que cumple Román Aparicio, el volante del R.C.A., después de trabajar en el suministro de comidas del aeropuerto Reina Beatrix.
Los tres integran la selección nacional que, para sorpresa de todo el Caribe, eliminó en marzo de 2000 a Puerto Rico en las eliminatorias del Mundial 2002. Los tres le quitan horas al descanso y a sus familias para alimentar la pasión del fútbol: “Una hora antes de cada partido nos encontramos todos en el estadio. El tiempo suficiente para hacer ejercicios de calentamiento, cambiarnos y escuchar el himno antes del silbato inicial”, explica Brandshaw. “Los entrenadores están acostumbrados a sufrir bajas en sus formaciones, ya que los compromisos laborales a veces no se pueden postergar. La mayor parte de los empleos de Aruba está vinculada al turismo, y la atención de los visitantes es una prioridad nacional”.
Un crisol de razas
La isla tiene una población que apenas sobrepasa los 100,000 habitantes, y cuenta con 32 clubes repartidos en 3 divisiones. El porcentaje de futbolistas es elevado, pero no alcanza para perfilar torneos de alto nivel. “En nuestros campeonatos hay varios jugadores latinoamericanos que contribuyen a mejorar la calidad de juego. Antes había muchos argentinos; ahora tenemos colombianos, algunos peruanos, y otros de Curaçao”, cuenta Nilo Croes, el presidente de la Arubaanse Voetbal Bond (AVB).
La tarea de mantener un torneo competitivo no es fácil. Los pocos buenos jugadores que surgen se van a probar suerte en Holanda. Es lo que ocurrió con Hernández, Croes y Escalona, tres promesas que los aficionados de la isla no llegaron a disfrutar.
De Aruba todavía no ha surgido ningún fenómeno de la pelota, pero el panorama futuro tampoco deja lugar a las ilusiones: “Si pensamos en futbolistas como Gullit, Rijkaard, Seedorf, con orígenes en Surinam, o Brian Roy, de Curaçao, nos damos cuenta de que el día que aparezca una estrella, su destino estará en Holanda”, se resigna Croes.
Los arubanos hablan papiamento, una lengua que nació hace casi cinco siglos en la vecina Curaçao y resume en palabras la historia multicultural de la isla, cuya población proviene originalmente de 40 países.
Increíblemente, tan diversos orígenes encontraron en Aruba una fusión pacífica, algo que también se refleja en el fútbol. Brandshaw, Zimerman y Aparicio son una muestra del encuentro de culturas que se dio en este paraíso natural. Sus ancestros llegaron, en algún momento, de Europa, África y América, respectivamente.
Como en todos los países de América, la primera pelota de fútbol llegó en el bolso de un marinero europeo. Descubierta por españoles en 1499, abandonada y tomada por holandeses, invadida por ingleses, el siglo XX encontró a Aruba como colonia de los Países Bajos. En 1954 pasó a formar parte de las Antillas Holandesas hasta 1986, cuando se separó para ser miembro autónomo del Reino de Holanda. Todos estos cambios fueron forjando una identidad propia, que en el fútbol generó un estilo que se identifica con los brasileños y los holandeses. El juego ofensivo no se discute, aun cuando los argumentos técnicos y tácticos tengan mucho por progresar. Como el papiamento, el arubano es un fútbol alegre, algo rústico, pero sin demasiadas vueltas, directo. Y agradable.
En el Caribe las enormes distancias entre las islas conspiran contra el desarrollo de competiciones internacionales; por eso, en la AVB saben que el objetivo más cercano para elevar la calidad es fortalecer el plano interno. “Estamos buscando entrenadores que den cursos para los técnicos locales, que le den empuje a nuestro fútbol”, comenta Croes. Sabe que la materia prima está, y que hace falta un artesano que la moldee. El fútbol es el deporte número uno en Aruba; superó al béisbol y cada día gana más adeptos. “Estamos muy orgullosos de poder jugar las eliminatorias mundialistas. Cuando llegó Puerto Rico y vencimos por 4-2, hubo aquí una gran algarabía. Empezamos perdiendo por 2 goles, pero nuestros muchachos remontaron el partido de manera espectacular, con 4 goles en el 2º tiempo. La revancha fue un partido mucho más fuerte y también comenzamos perdiendo 2-0, pero logramos un empate y pasamos a la siguiente ronda, fue increíble”, se entusiasma recordando el presidente. Luego el equipo cayó ante Barbados, uno de los más fuertes de la región, con jugadores que actúan en el fútbol inglés.
Ahí se terminó el torneo para Aruba, pero no los sueños de un futuro mejor. “Tengo muchas esperanzas para la próxima eliminatoria –dice Croes—, ya demostramos que podemos pasar la primera ronda. Ahora el desafío será subir un escalón, nivelarnos con los grandes de la región, como Trinidad y Tobago, Surinam, Barbados o Jamaica. Ese día va a llegar y allí nos estarán esperando México, Costa Rica o Estados Unidos”.
Igualmente, las dificultades a superar son muchas y tienen que ver con el corto presupuesto que maneja el fútbol local. Hasta el 2002 la AVB tuvo un contrato con una firma holandesa que proveía de ropa a todos los equipos nacionales, pero el acuerdo se canceló y no hubo nuevas empresas interesadas.
Por eso, la gente de la federación tuvo que diseñar su propio modelo y encargarlo a una industria textil de la vecina Colombia. Obviamente tuvieron que pagarlos; no hubo patrocinio.
Y como no hay patrocinadores para la selección, todo se hace con lo recaudado y alguna ayuda del gobierno y de la FIFA. Pero más allá de lo económico, hay colaboraciones mucho más importantes que fomentan el crecimiento del fútbol local. Hace cuatro años se celebraron en las islas San Martín los Juegos del Reino de Holanda y Johan Neeskens y Frank Rijkaard estuvieron entrenando al plantel arubano. En junio de este año, los juegos se realizarán en Aruba, y serán una nueva ocasión para aprender.
Un ejemplo de amor
A ritmo lento pero parejo, el fútbol crece mirando hacia adelante. La renovación está asegurada en la gran cantidad de jóvenes que aman el deporte. “Ante un compromiso internacional, la selección comienza a prepararse dos meses antes, sólo en los horarios libres. Pero eso no ocurre con los sub-17, ellos se organizan con un año de anticipación, como los chicos que participaron en noviembre último en Cuba, en el torneo de la Concacaf”.
Cuando la mayoría de los turistas se prepara para la diversión nocturna, decenas de futbolistas dejan sus trabajos para ir a entrenar. No importa el cansancio que arrastren de la jornada, tampoco el hecho de no recibir dinero por hacerlo. Lo mismo hacen árbitros, dirigentes, entrenadores. Nadie se fija que Aruba está en el puesto 189 de la clasificación mundial FIFA. “Fútbol es vida”, dijo alguna vez Joseph Blatter y los arubanos lo demuestran cada día con su entrega desinteresada.
“La mejor recompensa que tienen nuestros futbolistas es que la gente vaya al estadio a verlos jugar. Con eso les alcanza para ser felices”, comenta Nilo Croes. Y lo son. Un hermoso ejemplo de amor al fútbol.